Cuando la gente notó que Armando podía estirar la lengua como una rana empezó a alejarse de él.
Sólo la comunidad científica se interesó por su caso. Encontraron que su lengua tenía unas enzimas que la hacían pegajosa y de ella comenzaron a fabricar pegamentos.
Con el paso del tiempo Armando no necesitó trabajar más porque todo su dinero lo obtenía de las regalías de su pegamento. Lo malo era que la gente seguía huyendo de él.
Sólo una chica lo quería, pero no sabía su secreto. Él evitaba besarla para no quedarse pegados, pero en un descuido ella se dio cuenta al punto de que no quería compartir nada que tocara su boca. Ni las cucharas ni servilletas ni cepillos ni nada.
Al final lo dejó.
Ya solo, Armando lamentó su destino, pero lo aceptó. Se quitó la ropa, se arrancó las uñas y rapó la cabeza, caminó hasta un pantano, se sentó en un pedazo de madera y estiró la lengua.
Era hora de comer.
Me parezco a ese Armando..
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Muy bonito
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